Poldy Bird
- Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.
*Punto de partida (Pág. 155)
Después de tantas vueltas, hemos llegado al punto de partida. Y no estamos mal heridos ni gastados.
Me pregunto por qué, si lo que todos buscamos es una ráfaga de felicidad, nos empecinamos tan concienzudamente en fabricar nuestro propio infierno.
Desconfiamos de las palabras, de los gestos, de las acciones… de los sentimientos; ponemos una pesa de sospecha en cada ala y decimos que es imposible volar.
Pero hoy he vuelto: llego desde los celos, desde la incertidumbre. Y me deslumbra encontrarme con el camino renaciendo a mis pies, echando a rodar hacia delante como un ovillo de luz.
Y me emociona encontrarme contigo, y sentirme nueva, llena de cosas para darte, de hogueras para incendiarte, de viajes interiores para ir contándonos mientras vamos caminando con tu mano sujetando mi mano.
Hasta ahora nos exploramos chocando como dos meteoritos veloces.
Ya conocemos palmo a palmo nuestros territorios. No te sorprenden mis temores y mis dudas. No fue fácil y a veces no fue hermoso. Pero sí es hermoso esto que hoy nos une y que defenderemos con uñas y dientes.
Hablo en plural porque creo que tú piensas lo mismo. Has tocado mis dolores con las yemas de tus dedos, y yo he sentido tus decepciones en mi piel, como si hubieran sido mías.
Pero no hablaste de mis penas ni mencioné las tuyas, los dos temíamos desnudarnos por completo. ¡Somos tan vulnerables debajo de este caparazón de superioridad!
Hemos estado tratando de no darnos ventajas, de no cedernos armas en uno al otro. Yo, temiendo que conocieras todos mis resortes y mis escondites y te cansaras de mí. Tú, impidiendo que yo conociera tus sentimentalismos, por considerarlos “debilidades”
¿De qué nos olvidamos, proponiendo ese juego?
De que te enamoraste de mí porque sabías usar todos mis resortes a tu antojo y sentirte mi rey. Y de que me enamoré de ti porque se te entornaban los párpados cuando hablábamos de eso que casi nadie comenta: lo bello que fue estar juntos, la necesidad de tenernos, las permanentes ganas de estrecharnos.
En el espejo del baño, con la barrita de rouge te escribí algunas veces TE AMO. Tú apuntabas al lado mío: SOMOS DOS, o TAMBIÉN YO.
Después lo borraba con un trapo por que me daba vergüenza que alguien pudiese leerlo.
Ahora, en esta hoja de cuaderno, de diario, te lo digo de nuevo: Te amo. A estas letras no las borra un trapo; se multiplicarán, te saldrán al encuentro en los kioscos, en las librerías. Algún amigo te traerá la página: “Mira lo que encontré”
Este es el punto de partida.
Este es el primer paso para empezar a andar: decirnos absolutamente todo lo que sentimos. Te amo, ya no tenemos que probarnos nada, solamente tenemos que vivirlo.