jueves, 25 de febrero de 2010

“Esta noche que me cubre, negra como el foso de postre a postre, agradezco a los Dioses cualesquiera que sean por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias, no me he estremecido, ni llorado en voz alta. Bajo el creciente riesgo, mi cabeza está ensangrentada más no inclinada.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas, se teje nada, excepto el horror de una sombra. Y como la amenaza de los años, me encuentra y me encontrará sin temor, no importa lo estrecho de la puerta, lo cargada de castigo que esté la barra. Soy el maestro de mi destino, soy el capitán de mi alma”